La identificación entre la belleza y la verdad enmarca la profunda religiosidad del arquitecto en su edad adulta, dedicado únicamente –en cuerpo y alma– a la Sagrada Familia. Gaudí, que sólo vio terminado el campanario de San Bernabé, quiso aplicar a los pináculos del templo el mosaico de más calidad y el más caro, el vidrio veneciano.