«Un verdadero artista consigue hacer brotar la belleza de entre los mismos escombros.»
(Referencia a las chimeneas del Palacio Güell, La Vanguardia, 1890)
La cerámica fragmentada se convierte en un elemento identificador de la obra de Gaudí. El recorrido histórico a través de esta “piel” arquitectónica se inicia en los Pabellones de la Torre Güell de Les Corts donde, por primera vez, fragmenta la cerámica. En los precedentes, la Casa Vicens de Barcelona (1883-1888) y el Capricho de Comillas (1883-1885), prevalece aún una retícula ordenada de azulejos cerámicos sobre el paramento del muro de ladrillo.
Desde las cubiertas de los Pabellones Güell (1887), y hasta el punto y final, la Sagrada Familia (1926), el trencadís se transforma, incorporando materiales diferentes, insólitos o procedentes de escombros reciclados, convirtiéndose en el color de la forma ondulante de la arquitectura de Gaudí.