Las habitaciones eran espacios reservados solo para los miembros de la casa, y raramente se invitaba a alguna persona ajena a la familia a entrar a ellas, si no era para visitar a un enfermo o un difunto.
El cierre de las habitaciones hacia el exterior contrasta con la falta de privacidad entre los miembros de la familia. Ello se observa en que hay habitaciones que se comunican interiormente, y que también eran compartidas sin problema por individuos de diferentes generaciones.
Este es el caso de la habitación del heredero. Generalmente, el cabeza de familia y su pareja ocupaban una de las mejores habitaciones de la casa, que a menudo solían ceder al hijo heredero cuando contraía matrimonio.
Pero, ¿quién era el heredero? El heredero era la persona que recibía el patrimonio familiar como herencia, que lo gestionaba y que lo transmitía a la generación siguiente. Los hermanos y hermanas del heredero, excluidos de la herencia, se podían quedar a vivir en la casa mientras no contrajeran matrimonio. En caso contrario, tenían que irse de la casa y recibían como compensación una cantidad determinada de dinero y de ropa, la dote.