Ramon Martí i Alsina (Barcelona, 1826-1894) realizó esta obra de grandes dimensiones para la Exposición de Barcelona de 1872, junto con otra titulada Un rincón de Montjuïc.
Expresó en sus obras la realidad costumbrista sin idealizaciones ni embellecimientos innecesarios.
Pintada con técnica esbozada, compagina modernidad y un carácter amable para el público, a la vez que juega con un aire vibrante, dinámico, que sintonizaría forzosamente con la personalidad romántica y positivista del coleccionista. Durante años, esta obra decoraba el salón de la casa de Santa Teresa, edificio anexo a este museo y residencia de Víctor Balaguer.