Desde el Cau Ferrat, en Sitges, Santiago Rusiñol impulsó diversas actividades que convirtieron la villa en el epicentro de la cultura catalana de la época del Modernismo. Uno de los hechos más relevantes, por su significación, fue erigir un monumento a El Greco en el año 1898. Para Rusiñol, que había adquirido dos obras del pintor en París y que posteriormente las trasladó al Cau Ferrat en procesión, el pintor cretense ejemplificaba los valores del artista libre, adelantado a su tiempo, por su manera de defender el arte y su pintura original y rompedora.
Lo que resulta verdaderamente insólito es que el primer monumento al pintor cretense en toda España, en un momento en que su obra era reivindicada en varios frentes, fuera alzado en Sitges. Rusiñol convenció a los sitgetanos de participar en una colecta para pagar el monumento, que realizó el escultor Josep Reynés. Y esto pasaba dieciséis años antes de que se levantara un monumento a El Greco en Toledo.
Emilia Pardo Bazán, comentando la curiosa procesión, escribía: «Tu Magdalena [...] y tu San Pedro [...] han sido paseados por Sitges entre el respeto de una multitud que se descubría. ¿Qué sabía de ti esa multitud? Probablemente casi nada; quizá hasta ese día ignoraba tu extraño nombre, pero en arte, como en religión, la fe obra milagros, y es un homenaje del espíritu el que te rindió Sitges fiando en la palabra de su inspirado Rusiñol».