La condesa Ermesenda de Carcasona (972-1058) estuvo muy vinculada a la catedral de Girona, sobre todo mientras su hermano Pedro Roger fue el obispo. Tanto es así que escogió este espacio como lugar de reposo para sus restos mortales y, además, entregó al capítulo su sello como muestra de confianza. Este sello destaca por tener el nombre de la condesa en latín y en árabe.