En Tossa, en 1934, Chagall quedó cautivado por el paisaje y especialmente por su gama de azules. La mayoría de obras que creó son acuarelas y gouaches.
En El Violinista Celeste, Chagall hace una evocación de Vitebsk. El paisaje se observa a través de una ventana de azules intensos y nos señala el límite entre el interior y el exterior. Chagall desde Tossa, desde el ahora y el aquí, recuerda el paisaje de su infancia. El violinista podría ser una evocación de su tío, que tocaba el violín en las celebraciones ritualistas judías y con quien tuvo una estrecha y afectuosa relación, especialmente durante su infancia.