A partir del siglo XVIII, Cataluña vivió un proceso de transformación económica (aumento notable de la población, ampliación de mercados, crecimiento de la actividad agraria, desarrollo de las industrias de algodón, etc.). Los vecinos del Masnou también supieron aprovechar la reactivación de la actividad comercial, resultado de la promulgación del decreto de Carlos iii el año 1778, que suprimía el monopolio de Cádiz para comerciar con América. En pocos años, Barcelona se convirtió en el primer puerto de España, y en toda la costa catalana creció considerablemente la actividad marinera.
Des del siglo XVII, la playa del Masnou sirvió de astillero (lugar donde se fabrican y reparan los barcos) porque tenía una pendiente considerable y la profundidad necesaria para la botadura de los barcos.
La construcción de barcos generó una gran actividad económica porque intervenían muchos oficios relacionados, especialmente los maestros de azuela (a mediados del siglo XIX había tres maestros de azuela), boteros (las botas eran indispensables para almacenar los productos que se comercializaban) y fabricantes de velas (la fábrica de Can Xala ya se dedicaba desde 1841 a la hilatura, la tejeduría y la fabricación de telas para barcos).