Utilizada para salvaguardar las cenizas del difunto, su uso supone la llegada de una nueva cultura en Arán, caracterizada por nuevas producciones cerámicas y, sobre todo, por la práctica funeraria de la incineración, introducida a partir del siglo IX a.C. El cadáver se quemaba sobre una pira y se guardaban las cenizas en una urna, que enterraban en la tierra.