El juego puede ser un acto ritual, una acción simbólica, una competición pacífica, un desafío para el intelecto y el carácter, una actividad recreativa o un simple pasatiempo. Los juegos se caracterizan por un importante aspecto lúdico y muchos incluyen, además, un contenido educativo e incluso moralizante. Esto se ve reflejado en los juegos llamados de sociedad. A finales del siglo XIX, Francisco Schmidt escribió un libro sobre estos juegos (Juegos de sociedad: colección de juegos de prendas penitencias, juegos de salón, adivinanzas, homónimos refranes y juegos al aire libre), en que aseguraba: «Estos juegos se han creado para distraer y colaborar a difundir la urbanidad y las buenas maneras, para proporcionar ocasiones de exhibir las facultades espirituales y humorísticas, y el conocimiento de las galanterías y de la caballerosidad».
Los días de fiesta y de vacaciones, las comidas familiares con largas sobremesas o los días de lluvia son buenas ocasiones para jugar una partida. Pero por muy placentero que sea un juego, el objetivo es ganar, sea contra uno o más adversarios, o incluso contra uno mismo. La inteligencia, la sabiduría y la habilidad del jugador se pone al servicio del objetivo. Por este motivo, completar un rompecabezas puede convertirse en todo un desafío.