En esta obra se puede observar la gran calidad técnica y cromática de Ramon Casas en la busca de la integración de la figura en el ambiente, en este caso, un patio azul de Sitges, a partir de la observación de los ricos efectos de los rayos de luz que inciden en cuerpos y ropas.
Para Ramon Casas, el mundo era una impresión cromática. Esta concepción lo lleva a conseguir matices de extraordinaria riqueza con los que presenta resultados muy atractivos. Debido a la calidad de las tonalidades rosadas del rostro femenino y al blanco del vestido, a finales de los años ochenta Casas es definido como impresionista.