Al regresar de Pisa y Florencia en 1894, el influjo de los primitivos italianos sobre Rusiñol acabó materializándose en tres grandes plafones que cuelgan en las lunetas ojivales de la cabecera del Gran Salón y que fueron concebidos para decorar este espacio del Cau Ferrat. Nos referimos a las conocidas alegorías La Pintura, La Música y La Poesía. Ejecutadas en París a finales de 1894 y principios de 1895, hoy estas tres composiciones están consideradas como la particular aportación pictórica de Rusiñol al movimiento simbolista, muy de moda en la Europa de fin de siglo y con el que el artista se sintió identificado en aquellos años.