Si bien Mataró y Cataluña en general vivieron una dilatada época de crisis, iniciada en el siglo V con la caída del Imperio romano, hacia el siglo X se vislumbró un panorama más optimista, con hombres y mujeres que repoblaron territorios yermos para hacer que fueran rentables.
La posibilidad de producir más allá de la subsistencia permitió la recuperación de un comercio incipiente que, junto con otros factores como la proximidad del mar y la reorganización social y política de la comunidad, situaron a Mataró en un proceso imparable de crecimiento y consolidación dentro del conjunto del territorio catalán.
En pocos siglos, la tradición y la maestría, junto con el coraje y la iniciativa, arraigaron como rasgos de los mataronenses de la época moderna.