Catalunya vive durante el siglo XIX grandes transformaciones económicas y sociales derivadas del paso de las manufacturas tradicionales a la industria moderna. El triunfo de la mecanización de la industria del punto se consolida entre los años 1870-1890. Este hecho implica una clara tendencia hacia la concentración de la producción en espacios arquitectónicos de mayores dimensiones, las fábricas, que podían albergar un mayor número de telares y aprovechar la capacidad de mover la maquinaria de la energía de vapor.
En la formación de la industria catalana convergen un gran número de factores: los avances tecnológicos, la mano de obra barata y la posibilidad de comercialización de los productos en los mercados interior y exterior.
Los empresarios mataroneses son protagonistas de una apuesta decidida por la inversión en la industria del tejido de punto, que se traduce en la creación de fábricas, la preocupación por la renovación tecnológica y el aumento de la producción, así como la exportación de sus productos. La consolidación del sector del género de punto potencia el surgimiento de industrias auxiliares: empresas de tintes, embalajes, transportes, construcción y reparación de maquinaria.