Los frescos que recubrían las paredes de las iglesias eran auténticos libros ilustrados que explicaban a los fieles los hechos que no sabían leer en los textos.
Los retablos pictóricos cumplen la misma función y son un documento gráfico precioso para conocer la época visualmente.
En esta tabla, santa Ana, la madre de María, descansa en una cama con dosel que ocupa el centro de la habitación. San Joaquín, una figura masculina, une las manos dando gracias al cielo por la llegada de esta hija.
El pintor ha querido reflejar el estado civil de las mujeres a través del tocado, ya que las casadas llevan el cabello cubierto con capellina, y la única soltera deja ver su cabello.