Los artistas que trabajan dentro del espacio geográfico de L’Empordà, entre finales del siglo XIX y principios del XX, siguen unas líneas estéticas que se dan en toda Cataluña. Josep Blanquet se enmarca dentro de un realismo fotográfico, Guillem Comalat dentro de un paisajismo romántico, y Josep Bonaterra dentro de una pintura de factura impresionista. Eusebi de Puig tiene unos planteamientos pictóricos modernistas, pero empieza a captar la luz de la planicie ampurVista de sala. (© Algans/mE)danesa, así como Marià Llavanera, que se aleja del paisajismo de la Escuela de Olot para dotar de personalidad sus telas realizadas en el contexto de L’Empordà.
La actividad docente de Juan Núñez durante los años veinte marca toda una generación de artistas miembros de una escuela ampurdanesa, etiquetada así por Josep Pla, aunque más adelante siga caminos diferentes. Los tres cuartos de cielo por uno de tierra, a la hora de plasmar el paisaje, son de ahora en adelante las pautas que definen la pintura de L’Empordà, perfectamente identificadas en las obras de Salvador Dalí, Ramon Reig o Evarist Vallès.
Los escultores ampurdaneses Antoni Casamor, Llorenç Cairó y Artur Novoa siguen unas formas clásicas y mediterráneas en la línea marcada por el novecentismo.
Las obras de esta sala provienen de los depósitos de Lluís Sans, donaciones de los propios autores y de Carme Bonaterra, Marià Baig i Aleu, Concepció Santaló, Doctor Estil·làs, Francesca Vidal i Comalat, y de adquisiciones del Ayuntamiento de Figueres y del Consorcio del Museo de L’Empordà.