Con el establecimiento de los colonos en la América hispana, se introduce en el nuevo continente la tradición europea del trabajo de la piel. Los colonos llegan con sus pertenencias dentro de grandes baúles forrados de cuero, como protección ante las inclemencias del largo viaje. Al principio llevan consigo tanto la piel ya curtida como los objetos y utensilios de piel. No obstante, muy pronto arraigan las técnicas del trabajo de la piel, incorporando a las mismas la temática y la forma de trabajar indígenas.
En México y Perú se desarrolló una importante industria del cuero con la aparición de dos nuevas tipologías de mueble contenedor: las cestas y las maletas, decoradas con motivos de carácter autóctono. La mayor parte de las cestas realizadas en cañas y forradas de cuero, ornamentadas con bordados, calados o aplicaciones de tiras de piel, son mexicanas, mientras que en Perú se aplica la técnica tradicional de la talla de las maderas duras, que se caracteriza por unas líneas gruesas y profundas.