Desde el mirador privilegiado de esta torre se descubría de lejos la llegada de los atacantes, ya fueran árabes, tropas de otros nobles que disputaban al abad propiedades importantes como el castillo de Benedormiens en Castell d'Aro, monjes de monasterios enfrentados (como pasó con el ataque de los monjes del monasterio de la Grassa en 1118) o los ejércitos franceses. La situación estratégica del monasterio ayudaba a garantizar la vida de la población en unas épocas muy agitadas.