Construida en el siglo I d. C. en una colina costera a 12 km de la ciudad de Tarraco, esta villa constituye uno de los exponentes de villa residencial romana más importantes del país por la magnitud de sus restos arquitectónicos y la riqueza de los tratamientos decorativos.

En las laderas septentrional y occidental de la colina se extendió la parte rústica de la villa, mientras al otro lado, de cara al mar, se construyeron una gran domus, varios jardines y unos baños.

Durante el siglo II d. C., coincidiendo con el máximo esplendor de la construcción, fue la residencia de Cayo Valerio Avitio, uno de los duunviros de Tarraco (el cargo más alto de la administración local), y de su esposa Faustina.

A finales del siglo III d. C., tuvo lugar un gran incendio que devastó la mayor parte de la villa, que se mantuvo parcialmente ocupada hasta el siglo VI o VII d. C.