En 1974, Miró recibe el encargo de una obra monumental para La Défense, en París. La pieza, cuatro veces más grande que la maqueta, se sitúa en una plaza de uso exclusivo para peatones y busca establecer un diálogo con las personas, pero también hace de mediadora entre la gente y los edificios gigantes de formas rectas que la rodean.
Miró, siempre abierto a nuevas posibilidades expresivas, trabaja con la resina de poliéster, que le permite el uso de colores brillantes y estables.
La obra representa dos figuras separadas (un hombre y una mujer). La figura masculina es vertical con connotaciones fálicas, y la cabeza se podría asociar al sol, mientras que la mujer incluye la forma de la luna creciente. El conjunto aludiría así a la fertilidad.