En esta habitación nacían los hijos e hijas de la casa y, a menudo, también morían aquí. El patrimonio familiar no se acostumbraba a dividir entre toda la progenie, sino que iba a parar íntegramente al hereu, que era el hijo mayor varón, o a la pubilla, primera hija, en caso de que solamente tuviesen féminas. El resto de hijos no heredaban las propiedades y tenían que buscarse otras salidas, como trabajar para la casa familiar u otras casas, ir al ejército, meterse a monje o cura, o, si tenían recursos, estudiar alguna carrera.
En un espacio y una época en la que se vivía sin luz y sin calefacción, se utilizaban diversos utensilios y soluciones domésticas para calentar las habitaciones. El calentador de cama que aparece encima de la misma es un buen ejemplo, así como la ventana que comunica la estancia con la cocina y que permitía que entrara un poco de calor del hogar.
La religiosidad popular es muy visible en toda la casa y también en esta habitación, donde se observan diferentes objetos religiosos —imágenes, un reclinatorio y una cruz con agua bendita— que nos muestran la importancia de las creencias en la vida doméstica.